Los 10 sentimientos negativos asociados a un trabajo que odias

11 diciembre, 2015

Aquí te presento a Álvaro López, de Autorrealizarte, un profesional al que admiro por su trayectoria y por su estilo tan característico y que hoy te viene a hablar de esos sentimientos negativos, sentimientos desagradables, que se asocian normalmente a un trabajo que odias.

Disfruta.

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“Estoy hasta los mismísimos”

Ésta era la frase que más repetía antes de dejar el trabajo que me estaba consumiendo la vida.

Esa frase contenía un cúmulo de emociones o más bien sentimientos que se habían instalado en mí desde hacía ya bastante tiempo. Tanto que me resultaba imposible recordar cuál fue la primera vez que solté ese lamento de hartura…

Era un grito hacia ningún lugar, una queja sin destinatario.

Hoy, con perspectiva, me doy cuenta de cómo permanecer en ese trabajo durante tanto tiempo me había convertido en un amargado de la vida, lleno de negatividad y de emociones destructivas.

Con este post y gracias a la oportunidad que me brinda Ana, voy a explicarte los 10 sentimientos negativos asociados a permanecer en un trabajo que odias y qué hacer para salir de ellos.

¿Me acompañas?

Índice del artículo

Mis sentimientos negativos eran

RECHAZO

Sin duda una de las cosas que peor llevaba era no comulgar en absoluto con los valores de la empresa.

La hipocresía de los carteles en los pasillos en los que se hablaba de valores tan a menudo transgredidos me producía auténtico rechazo.

Y lo peor era que tener un puesto de tanta responsabilidad en la organización me había llevado a actuar de la misma manera.

No obstante, existen otros casos aún peores que el mío: el de aquellas personas a las que sus jefes les ningunean, insultan o maltratan psicológicamente haciendo un abuso indudable de su poder.

En el proceso adaptativo para su supervivencia, el ser humano desarrolló la emoción básica del «asco» que nos informa de aquello que es nocivo para evitar contaminarnos.

El rechazo al trabajo es una evolución de ese asco adaptativo, pero que nos ofrece la misma información: ese trabajo por alguna razón u otra nos está matando, y debemos poner remedio para que eso no suceda.

¿Cómo superar la sensación de rechazo?

Es bastante complicado si ya se ha arraigado profundamente en tu ser y lo que provoca esa emoción es latente y permanente en tu día a día.

Si ese rechazo se produce por verte obligado a realizar algo que no se corresponde con tus valores personales, revisa esa escala de valores y trata de no rebasarlos. Puedes hablar con tu jefe y explicarle que no crees en esa forma de proceder. Quizás obtengas su rechazo, pero habrás dejado claros tus límites.

Si el problema reside en el trato de tu jefe o en las condiciones de trabajo abusivas, tan sólo puedes trabajar sobre tu actitud. Tómate cada mañana antes de ir a trabajar una pastilla de MeLaSuda 600, de modo que tu actitud hacia esas circunstancias no se coman tu ánimo.

APATÍA

Mi trabajo carecía de sentido. Al menos para mí.

Tener que permanecer en ocasiones hasta 6 horas en reuniones altamente improductivas me producía una gran desidia.

Además, en la evaluación que me hizo mi jefe sólo señaló “aspectos de mejora”, sin resaltar en modo alguno los logros obtenidos.

Trabajaba de sol a sol haciendo algo que para mí carecía de sentido y como recompensa no obtenía reconocimiento alguno.

Muy a menudo me costaba encontrar la energía por la mañana que me llevara a ese trabajo que me consumía…

La apatía puede también aparecer cuando el trabajo es excesivamente rutinario y no representa ningún reto.

Para combatir la apatía hay que anclarse en las cosas positivas que pueda tener ese trabajo.

En mi caso eran los compañeros. Para mí constituían la única razón que me hacía pensar que aún merecía la pena ir a ese trabajo, y en ellos pensaba cuando tenía que superar esa repetitiva pregunta que me hacía ¿por qué co** sigo yendo a este trabajo?

FRUSTRACIÓN

Mi visión de cómo realizar las cosas estaba basada en la productividad, en sacar las cosas adelante con el mínimo de recursos posibles.

Sin embargo a mi jefe le encantaba convocar a más de 10 personas a reuniones interminables varias veces a la semana para hacer seguimiento del proyecto.

Ni que decir que el que no se ponía hacer dibujitos en la libreta, se dedicaba a mirar las musarañas hasta que le llegaba su turno de intervención.

A mí, que tenía una lista de tareas infinita, pensar que saldría de nuevo a las 22:00 de trabajar por emplear 4 horas en una reunión improductiva me producía una frustración enorme.

La frustración de ver cómo las cosas suceden sin responder, obviamente, a mi lógica personal.

Entonces, un día, me di cuenta de que pretendía algo imposible, que era que mi jefe hiciera las cosas de otro modo.

No podía cambiar eso, ni convencerlo de que estaba haciendo algo nocivo para la salud de todos los asistentes, así que decidí poner el remedio haciendo aquello que sí podía controlar.

Empecé a excusarme de esas reuniones inacabables con el argumento de tener que atender otras reuniones con el cliente que yo mismo convocaba. Quizás no te parezca demasiado honesto, pero en ese momento de mi vida yo ya había revisado mis valores personales, y tenía muy claro que mi salud estaba por encima de la honestidad.

Por eso, ante la frustración te animo a que no pongas tu energía en aquello que no puedes hacer o controlar, y sí en aquello sobre lo que tienes autonomía.

Si tu frustración nace de la imposibilidad de salir de forma inmediata de ese trabajo, empieza por diseñar un plan que ter permita salir de ahí paso a paso.

ANSIEDAD

Recuerdo que tenía un nudo permanente en mi garganta que me impedía respirar bien.

En ocasiones no conseguía conciliar el sueño pensando en las obligaciones que tenía que atender y la lista infinita de acciones que me había dejado pendientes.

Es una sensación como la de estar en un pozo y no ser capaz de salir por mucho que intentas avanzar hacia arriba.

“Ansiedad” dijo el médico.

Yo me negué a empezar a tomar varias pastillas al día y decidí buscar cobijo en remedios naturales: la meditación y el yoga.

Sin duda en un par de semanas me encontraba bastante mejor, así que no puedo más que recomendarte que pongas el ejercicio y la meditación de forma permanente en tu vida.

INCOMPRENSIÓN

A veces comentaba con otros la idea de mandarlo todo a hacer puñetas y emprender mi propio proyecto.

Aunque nadie me desanimaba del todo a hacerlo, es cierto que algunas personas me decían aquello de «¿Tú te lo has pensado bien? Mira que en España hay una crisis enorme y a mucha gente la han echado del trabajo. Dejar un trabajo tan bueno como el que tienes ahora es una locura»

Obviamente, a pesar de saber que lo estaba pasando mal, nadie podía imaginarse el sacrificio que para mí suponía ir al trabajo cada día.

Me sentía incomprendido.

Entonces, de un modo natural, dejé de contarle mis intenciones a aquellos que su sistema de creencias les hacía ver mi idea como una locura, porque si me alimentaba de esos mensajes sabía que finalmente no dejaría nunca mi trabajo.

Empecé a leer blogs y a darme cuenta de que había otras muchas personas que tenían mí mismo punto de vista, y decidí alimentarme de su energía.

Por lo tanto, si te sientes incomprendido, no sigas contándole lo mismo a esas personas que no tienen apertura suficiente para entenderte: relaciónate con aquellos que tienen una visión de la vida similar a la tuya.

CABREO

Podría decir “enfado”, pero la verdad es que mi sentimiento iba más allá: era de cabreo, y era casi permanente.

Me enfadaba soberanamente que hubiera tan poco respeto por la libertad de los trabajadores, y en este caso, no hablo únicamente por lo que yo sufría.

Los horarios sobrepasaban en 4 y 5 horas el horario de salida establecido en el contrato, y todo para alcanzar unos plazos en el proyecto que eran del todo inasumibles.

El único modo de intentar acercarse a esos objetivos sin contratar más personal era que los que estábamos echáramos muchas más horas.

Y ¿por qué?

Pues porque hay un señorito político que quiere cortar la cinta antes de unas elecciones y así hacer propaganda.

Esto sin duda me cabreaba extraordinariamente.

La situación rebasaba los límites de la mayoría de los que trabajábamos en el proyecto, con el único propósito de contentar a un señor…

Aún me cabreo con sólo pensarlo.

Ante el cabreo el único remedio es hacer que se respeten tus límites.

En mi caso una vez más no podía cambiar las condiciones, pero si podía cambiar mi enfoque y establecer mis propios límites.

Decidí apuntarme a clases de yoga por la tarde, y 3 veces en semana tenía que estar allí a las 19:30. Ya tenía la excusa perfecta para salir del trabajo.

A veces, tenía que atender algún asunto después de salir, pero al menos respetaba mis límites, y hacía ver a los demás lo importante que era para mí respetarlos.

DESORIENTACIÓN

Ya sabía que iba a dejar mi trabajo, pero no tenía ni puñetera idea sobre qué hacer con mi vida.

Estaba claro: me quería ir de ahí, pero ¿a dónde?

Me sentí como en medio del desierto en busca de agua sin saber para dónde tirar.

Pensé que lo que necesitaba era conocer opciones que me permitieran reinventarme de forma efectiva y así empecé a explorar en internet.

Mi interés por el desarrollo personal me había hecho realizar varios cursos y formarme como coach, aunque sinceramente por entonces no me veía dando el salto.

A menudo me venía a la mente la idea de continuar en mi sector y trabajar para otra empresa en la que me valorarían sin duda mucho mejor que en la mía. Entonces me di cuenta de que estaba buscando la solución más sencilla.

Saqué la brújula de los valores personales y descubrí que lo más importante para mí era recuperar mi libertad, por lo que trabajar para otra empresa no iba a solucionar el asunto.

Empecé entonces por definir lo que no quería y así empecé a ver más claro mi rumbo.

Ello me llevó a entender que lo que quería era ser libre, y ahora sólo necesitaba respetar todo lo que significaba esa idea e ir a por ella.

Para vencer la desorientación, empieza por aclarar hacia dónde no quieres ir.

VICTIMISMO

Ese «estoy hasta los mismísimos» no era más que una queja continua.

Verdaderamente no era más que una falta enorme de responsabilidad.

Obviamente no se estaban cumpliendo las expectativas que yo tenía de mi empresa ni de mi vida, pero de eso el único responsable era yo mismo.

Yo había consentido que se colmaran mis límites, yo había aceptado continuar cuando me di cuenta de que eso estaba sucediendo.

Sin embargo, es mucho más cómodo proyectar el problema hacia los demás y hacerles a ellos responsables a través de nuestras quejas.

Por eso, la única estrategia para vencer el victimismo pasa por entender que, por mucho que las circunstancias sean desfavorables, tú eres quien tiene que tomar el control de tu vida.

Porque si tu queja no tiene un verdadero destinatario. para que alguien corrija la situación que causa esa molestia, el continuar quejándose será un derroche inútil de energía que no te llevará más que a realimentar tu negatividad.

DECEPCIÓN

Sin duda el día que firmé el contrato jamás me imaginé que iba a llegar a situaciones laborales tan desagradables como las que me tocó vivir.

Mis expectativas sobre la empresa y el puesto de trabajo en aquel momento eran, evidentemente, mucho más positivas.

Obviamente, ninguna relación es perfecta, y en el camino hay que aprender a aceptar muchas cosas que en un principio no se corresponden con nuestro ideal, pero la realidad es que a pesar de llevar casi 10 años en la empresa, seguían pasando cosas que me sorprendían negativamente.

El problema es que la decepción mal gestionada acaba cayendo en rencor, que es un sentimiento aún más destructivo, y eso era algo que no me podía permitir.

Aprendí que la forma de resolver la decepción es entender por qué la otra parte actúa de un modo que tú no esperas, aceptar que esto así sea y perdonar.

Haciendo esto, uno se libera de ese sentimiento negativo y le corresponde entonces decidir con libertad (emocional) si quiere, o no, seguir con esa relación.

MIEDO

Si hay alguna emoción que me mantenía pegado a la silla de ese trabajo frustrante, esa emoción era el miedo.

Miedo a perder mi estatus, mi confort, la oportunidad de avanzar por esa carrera profesional…

Miedo al fracaso, a no tener éxito en mis empresas y tener que volver a hacer algo como aquello.

Miedo a que mi decisión no fuera bien digerida por aquellos que más me quieren.

Sin duda sentía miedo.

Un miedo que me bloqueaba y me impedía dar un paso que estaba convencido de que quería dar.

Entonces mi coach me hizo una de las preguntas más poderosas que conozco “¿qué es lo peor que puede pasar?”

Al hacer el ejercicio, me di cuenta de que el riesgo no era tan elevado y que era mucho más asumible teniendo en cuenta mi formación, mis habilidades, mi situación económica, etc..

Ahora me doy cuenta de que el miedo estaba más en mi cabeza que en la realidad, porque todas aquellas cosas que pensaba no sucedieron.

He podido perder estatus, pero he ganado en calidad de vida. No he fracasado: después de dos años estoy ganando más dinero que en los primeros 5 años de mi carrera como ingeniero.

Mi familia me apoyó en todo momento a pesar de que ellos también sintieron miedo por esa decisión. Gracias a esa crisis y el haber contado con mi familia, hoy disfruto de una relación mucho más saludable con ellos.

Por eso, recuerda que, siempre que tengas miedo, has de preguntarte ¿qué es lo peor que puede pasar? y si es asumible, no dudes en dar un paso al frente.

Pues hasta aquí este repaso a mi trayectoria emocional por mi proceso de reinvención profesional.
Si te identificas con lo que te he contado o no sabes bien qué hacer con tu vida, descárgate gratis en mi blog 50 ideas para reinventarte usando tu talento.

Me encantaría que nos contaras en qué fase te encuentras tú y qué estrategias estás utilizando para superarlas. ¿Te animas?

Más sobre Álvaro López en su web Autorrealizarte.com

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